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Un conductor de autobús de Nueva Zelanda ganó $60,000 en daños y perjuicios después de que un tribunal encontró que su gerente la acosó sexualmente mediante un intercambio forzado de trabajo por sexo.
Una conductora de autobús neozelandesa, una madre soltera que enfrenta dificultades financieras, fue encontrada por el Tribunal de Revisión de Derechos Humanos por haber soportado un grave acoso sexual que involucraba un acuerdo de quid pro quo con su gerente de sucursal, quien supuestamente le ofreció más horas de trabajo a cambio de sexo.
A pesar de su angustia y de dos quejas formales ignoradas por su empleador, ella continuó trabajando hasta que renunció.
El tribunal dictaminó que la conducta "repetida, no deseada y explotadora" violaba sus derechos humanos debido al desequilibrio de poder, otorgando $60,000 en daños por humillación, daño emocional y pérdida de dignidad.
Aunque el gerente negó el delito, alegando una relación consensuada, el tribunal confirmó el hallazgo de coerción.
El empleador resolvió el caso de forma confidencial, pero el gerente fue considerado personalmente responsable.
La decisión destacó cómo la vulnerabilidad financiera y los desequilibrios de poder en el lugar de trabajo pueden permitir un comportamiento coercitivo, calificándolo como el caso más grave de su tipo.
A New Zealand bus driver won $60,000 in damages after a tribunal found her manager sexually harassed her through a coerced exchange of work for sex.